Posteguillo relata su vivencia en la cercanía del barranco del Poyo durante la dana: “No había alma al amanecer”.
El escritor valenciano Santiago Posteguillo ha expresado su inquietud al observar que, a lo largo de la historia, la relación entre los políticos y la ciudadanía ha tenido momentos críticos, señalando que en el siglo I los políticos se apuñalaban entre ellos, mientras que en la actualidad existe una sensación generalizada de que los políticos “apuñalan al pueblo”. Esta reflexión surgió tras su reciente experiencia durante el trágico episodio del desbordamiento del barranco del Poyo en la Comunidad Valenciana.
Durante un evento en el Senado titulado "Hispania corazón de Roma", Posteguillo compartió su experiencia vivida el 29 de octubre, cuando su pareja le alertó sobre la inminente subida del agua. Se encontraban a escasos metros del barranco y decidieron subir a la terraza para observar. Alarmados, constataron que, a pesar de no haber llovido en su localidad, las aguas estaban desbordándose y el peligro era inminente, una situación que se veía agravada por la falta de aviso oficial.
El autor decidió inicialmente mover su coche, pero al ver la situación en la plaza, optaron por buscar refugio en la terraza. Posteguillo recordó que, aunque logró recuperar su coche cuatro días después, lo realmente impactante fue presenciar cómo en cuestión de minutos se formó un torrente imprevisto de agua que arrastraba todo a su paso: ramas, árboles y vehículos. Al caer la noche, se prepararon pensando que al amanecer contarían con la asistencia de las autoridades, pero lamentablemente, al amanecer, no había nadie en el lugar, lo que intensificó su pesar por la situación y la tragedia vivida.
El autor no pudo evitar recordar que encontró incluso el cuerpo de una víctima que conocía entre los escombros. Posteguillo relató la desolación en la que se encontraba la zona, describiéndola como “kilómetros y kilómetros de devastación”, y su crítica se centró en la falta de respuesta por parte de las instituciones. En contraposición, alabó el trabajo efectuado por miles de voluntarios que acudieron a ayudar, aunque enfatizó que “el pueblo con palas no puede” hacerse cargo de una catástrofe de tal magnitud.
A pesar de considerarse “un privilegiado” por tener recursos para enfrentar sus problemas, Posteguillo subrayó la vulnerabilidad de muchos otros, especialmente de las personas mayores que habitan en planta baja y carecen de la documentación necesaria para acceder a las ayudas. En un tono reflexivo, se preguntó cuánto tiempo más tendrían que esperar estas personas para recibir el apoyo necesario y criticó la miseria institucional que percibe en el trato a la ciudadanía.
Recurrriendo a la historia, el novelista advirtió que, aunque sería injusto generalizar sobre los políticos honestos, la percepción prevalente entre los afectados es que los políticos del siglo XXI son responsables de los males que afectan al pueblo, comparándolos con los políticos de antaño que se apuñalaban entre sí. Sus palabras reflejan un profundo desencanto con el estado actual de la política en España.
Para concluir, Posteguillo evocó un poema de Antonio Machado, alertando sobre la dualidad existente en la sociedad española: “Españolito que vienes al mundo te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. Con una reflexión poignantemente crítica, sugirió que quizás debería reconsiderarse ese verso, dado que la sensación actual es que ambas "Españas" están helando los corazones de la ciudadanía.
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