Una reciente investigación ha puesto en evidencia un fenómeno alarmante: la desinformación se ha convertido en un desafío tan grave como las catástrofes naturales que enfrentamos. En un contexto donde la emergencia climática se ha vuelto una realidad palpable, ahora surge la preocupación por una crisis informativa que podría ser igual de devastadora.
En Valencia, tras la trágica inundación provocada por una DANA en octubre de 2024, se detectó que el 75% de las noticias falsas que circularon eran, de hecho, engaños fabricados con el único propósito de confundir a la población. Estos bulos se propagaron principalmente a través de redes sociales como X, Instagram y WhatsApp, y estaban diseñados para evocar emociones intensas como miedo, ira y desconfianza hacia las instituciones.
Un grupo de académicos, entre ellos especialistas de la Universitat Politécnica de València (UPV) y la Universidad Internacional de Valencia (VIU), ha realizado un estudio exhaustivo sobre esta problemática. La investigación revela que, lejos de ser un mero problema de comunicación, esta ola de desinformación afectó de manera significativa la respuesta de las autoridades ante la crisis climatológica.
Durante las semanas posteriores a la catástrofe, las instituciones no solo enfrentaron desafíos por las inclemencias del tiempo, sino que también lidiaron con un torrente de teorías conspirativas y noticias poco fiables, lo que complicó aún más su labor. Germán Llorca, uno de los coordinadores del estudio, enfatiza la inquietante tendencia de que el 28% de los bulos surgió de entornos periodísticos, lo que genera serias preguntas sobre la vigilancia editorial en momentos de crisis.
Los autores del estudio examinaron un total de 185 informaciones publicadas en medios nacionales y locales entre el 28 de octubre y el 17 de noviembre de 2024, identificando 192 falsedades que se propagaron durante este periodo crítico. Uno de los bulos más alarmantes se refería al aparcamiento del centro comercial Bonaire, donde se afirmaba erróneamente que había decenas de cadáveres en coches sumergidos, una narrativa que fue viralizada por influencers en plataformas como TikTok.
Además de las noticias falsas, la investigación detectó una tendencia de culpar al Gobierno por supuestas negligencias en la construcción de presas, generando un clima de desconfianza hacia organismos como Aemet. Estas narrativas no solo apelaban a la indignación general, sino que también buscaban movilizar a determinados sectores en un contexto de crisis.
El estudio destaca la omnipresencia de lo que los investigadores denominan "diagonalismo", una táctica comunicativa que combina mensajes de diferentes ideologías para afectar la percepción pública. Este fenómeno se tradujo en críticas hacia el Gobierno y las instituciones de ayuda, así como en un aumento en la propagación de información errónea.
Asimismo, los algoritmos de las redes sociales jugaron un papel crucial al favorecer la divulgación de contenidos virales, sin priorizar su veracidad. En este escenario, los autores subrayan que las emociones extremas son catalizadores para la interacción, lo que permite que los bulos se expandan rápidamente.
La conclusión del estudio apunta a la imperante necesidad de fortalecer la educación mediática entre los ciudadanos y mejorar la capacidad de las instituciones para gestionar la información en situaciones de crisis. Aunque el Gobierno intentó establecer perfiles oficiales en redes sociales para contrarrestar la desinformación, estas iniciativas resultaron insuficientes y llegaron demasiado tarde.
Los investigadores sugieren que se implementen protocolos de comunicación más eficaces durante emergencias y se fomente una colaboración más estrecha entre entidades públicas, medios de comunicación y organizaciones de verificación. A medida que el alarmante fenómeno de la desinformación continúa creciendo, los expertos advierten que la próxima crisis no solo podría ser climática, sino que también se podría convertir en un desafío informativo aún mayor.
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